miércoles, 6 de octubre de 2010


 LA MISIÓN
La palabra misión es "ir a " o "enviar a"

La misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse, por esto es necesario que nos comprometamos con todas nuestras energías en su servicio ya que esta misión atañe a todos los cristianos, a todas las diócesis y parroquias, a las instituciones y asociaciones eclesiales.

Uno de los objetivos centrales de la misión es reunir al pueblo para la escucha del Evangelio, en la comunión fraterna, en la oración y la Eucaristía. Vivir «la comunión fraterna» (koinonía) significa tener «un solo corazón y una sola alma» instaurando una comunión bajo todos los aspectos: humano, espiritual y material.
 
Jesús de Nazaret lleva a cumplimiento el plan de Dios. Después de haber recibido el Espíritu Santo en el bautismo, manifiesta su vocación mesiánica: recorre Galilea proclamando « la Buena Nueva de Dios: “El tiempo se ha cumplido y el Reino está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva” » (Mc 1, 14-15; cf. Mt 4, 17; Lc 4, 43). La proclamación y la instauración del Reino de Dios son el objeto de su misión: « Porque a esto he sido enviado»

Dos gestos caracterizan la misión de Jesús: curar y perdonar. Las numerosas curaciones demuestran su gran compasión ante la miseria humana, pero significan también que en el Reino ya no habrá enfermedades ni sufrimientos y que su misión, desde el principio, tiende a liberar de todo ello a las personas. En la perspectiva de Jesús, las curaciones son también signo de salvación espiritual, de liberación del pecado. Mientras cura, Jesús invita a la fe, a la conversión, al deseo de perdón (cf. Lc 5, 24). Recibida la fe, la curación anima a ir más lejos: y así nos introduce en la salvación.

San Juan nos dice que « Dios es Amor » (1 Jn 4, 8. 16). Todo hombre, por tanto, es invitado a « convertirse » y « creer » en el amor misericordioso de Dios por él; el Reino crecerá en a medida en que cada hombre aprenda a dirigirse a Dios como a un Padre en la intimidad de la oración (cf. Lc 11, 2; Mt 23, 9), y se esfuerce en cumplir su voluntad.

Todos los creyentes en Cristo deben sentir como parte integrante de su fe la solicitud apostólica de transmitir a otros su alegría y su luz. Esta solicitud debe convertirse, por así decirlo, en hambre y sed de dar a conocer al Señor, cuando se mira abiertamente hacia los inmensos horizontes del mundo no cristiano. Las primeras comunidades, reinaba « la alegría y sencillez de corazón » eran dinámicamente abiertas y misioneras y « gozaban de la simpatía de todo el pueblo».

El Señor Jesús envió a sus Apóstoles a todos los pueblos, y a todos los lugares de la tierra. Por medio de los Apóstoles la Iglesia recibió una misión universal, que no conoce confines y concierne a la salvación en toda su integridad, de conformidad con la plenitud de vida que Cristo vino a traer, ha sido enviada «para manifestar y comunicar la caridad de Dios a todos los hombres» Es necesario llevar el evangelio a todos los que aun no conocen a Cristo.

Todos los evangelistas, al narrar el encuentro del Resucitado con los Apóstoles, concluyen con el mandato misional: « Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes. Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. Este envío es envío en el Espíritu.

Las diversas formas del « mandato misionero » tienen puntos comunes y también acentuaciones características. Dos elementos, sin embargo, se hallan en todas las versiones. Ante todo, la dimensión universal de la tarea confiada a los Apóstoles: «A todas las gentes» (Mt 28, 19); «por todo el mundo… a toda la creación» (Mc 16, 15); «a todas las naciones». En segundo lugar, la certeza dada por el Señor de que en esa tarea ellos no estarán solos, sino que recibirán la fuerza y los medios para desarrollar su misión. En esto está la presencia y el poder del Espíritu, y la asistencia de Jesús: «Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos»

MISION AD-GENTES: Tiene como destinatarios a los pueblos que todavía no conocen a Cristo, esta es la tarea primordial de la iglesia. Es nuestra responsabilidad evitar que la misión que Cristo nos ha encomendado se vuelva una flaca realidad, descuidada y olvidada. La misión ad- gentes tiene como objetivo fundar comunidades cristianas, hacer crecer las Iglesias hasta su completa madurez.

MISION AD-INTRA: Misión que se realiza dentro de nuestro país, en ella se desarrolla la actividad o atención pastoral de la iglesia, aquí podemos encontrar comunidades cristianas sólidas que irradian el testimonio del evangelio y sienten el compromiso de la misión universal.Las Iglesias de antigua cristiandad, por ejemplo, ante la dramática tarea de la nueva evangelización, comprenden mejor que no pueden ser misioneras respecto a los no cristianos de otros países o continentes, si antes no se preocupan seriamente de los no cristianos en su propia casa. La misión ad- intra es signo creíble y estímulo para la misión ad extra, y viceversa.

Se da, por último, una situación intermedia, especialmente en los países de antigua cristiandad, pero a veces también en las Iglesias más jóvenes, donde grupos enteros de bautizados han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio. En este caso es necesaria una «nueva evangelización» o «reevangelización».

OBSTACULOS PARA LA ACTIVIDAD MISIONERA DE LA IGESIA

1.- División entre cristianos.
2.- La disminución de las vocaciones al apostolado.
3.- La descristianización de países cristianos.
4.- Los antitestimonios de fieles que en su vida no siguen el ejemplo de Cristo.
5.- Una de las razones más graves es la mentalidad indiferentista en los cristianos.

Las dificultades parecen insuperables y podrían desanimar, si se tratara de una obra meramente humana. En algunos países está prohibida la entrada de misioneros; en otros, está prohibida no sólo la evangelización, sino también la conversión e incluso el culto cristiano. En otros lugares los obstáculos son de tipo cultural: la transmisión del mensaje evangélico resulta insignificante o incomprensible, y la conversión está considerada como un abandono del propio pueblo y cultura. Aun cuando encontramos un sin número de obstáculos, debemos motivarnos al descubrir que no somos nosotros los protagonistas de la misión sino el mismo Jesucristo y su espíritu cada uno de nosotros sólo somos sus colaboradores.

¿QUIEN ES EL MISIONERO?

El misionero es el hombre de la caridad: para poder anunciar a todo hombre que es amado por Dios y que él mismo puede amar, debe dar testimonio de caridad para con todos, gastando su vida por el prójimo. El misionero es el « hermano universal » lleva consigo el espíritu de la Iglesia, la palabra del señor a todos los pueblos y a todos los hombres, particularmente a los más pequeños y pobres. En cuanto tal, supera las fronteras y las divisiones de raza, casta e ideología: es signo del amor de Dios en el mundo. La primera forma de testimonio es la vida misma del misionero, la de la familia cristiana y de la comunidad eclesial, que hace visible un nuevo modo de comportarse. El misionero que, aun con todos los límites y defectos humanos, vive con sencillez según el modelo de Cristo, es un signo de Dios y de las realidades trascendentales. Pero todos en la Iglesia, esforzándose por imitar al divino Maestro, pueden y deben dar este testimonio, que en muchos casos es el único modo posible de ser misioneros.

El testimonio evangélico, al que el mundo es más sensible, es el de la atención a las personas y el de la caridad para con los pobres y los pequeños, incluso el trabajar por la paz, la justicia, los derechos del hombre y la promoción humana, son también testimonio. El hombre contemporáneo cree más a los testigos que a los maestros, cree más en la experiencia que en la doctrina, en la vida y los hechos que en las teorías. El testimonio de vida cristiana es la primera e insustituible forma de la misión.

EL ESPIRITU SANTO PROTAGONISTA DE LA MISION

El Espíritu Santo es en verdad el protagonista de toda la misión eclesial; su obra resplandece de modo eminente en la misión ad gentes, el es quien impulsa a ir cada vez mas lejos, no sólo en sentido geográfico, sino también más allá de las barreras étnicas y religiosas, para una misión verdaderamente universal.

El Espíritu mueve al grupo de los creyentes a «hacer comunidad», a ser iglesia, el espíritu, actúa por medio de los Apóstoles, pero al mismo tiempo actúa también en los oyentes: «Mediante su acción, la Buena Nueva toma cuerpo en las conciencias y en los corazones humanos y se difunde en la historia.

Cuando los evangelizadores salen de Jerusalén, el Espíritu asume aún más la función de «guía» tanto en la elección de las personas como de los caminos de la misión. Su acción se manifiesta de modo especial en el impulso dado a la misión que de hecho, según palabras de Cristo, se extiende desde Jerusalén a toda Judea y Samaria, hasta los últimos confines de la tierra.

Todos los creyentes en Cristo deben sentir como parte integrante de su fe la solicitud apostólica de transmitir a otros su alegría y su luz. Esta solicitud debe convertirse, por así decirlo, en hambre y sed de dar a conocer a Cristo Redentor del hombre a los que aun no lo conocen.. Esta es la responsabilidad más específicamente misionera que Jesús ha confiado y diariamente vuelve a confiar a toda su Iglesia.