martes, 24 de mayo de 2011

PENTECOSTÉS


Al llegar el día de pentecostés, estaban todos reunidos con un mismo objetivo.
De repente vino del cielo un ruido como una impetuosa ráfaga de viento, que llenó toda la casa en la que se encontraban.
Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos;
se llenaron todos de Espíritu Santo y se pusieron a hablar en diversas lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.
Residían en Jerusalén hombres piadosos, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo.
Al producirse aquel ruido la gente se congregó y se llenó de estupor, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua.
Estupefactos y admirados decían: "¿Es que no son galileos todos estos que están hablando?
Pues ¿cómo cada uno de nosotros les oímos en nuestra propia lengua nativa:
Partos, medos y elamitas; los que habitamos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto, Asia,
Frigia, Panfilia, Egipto, la parte de Libia fronteriza con Cirene; los romanos residentes aquí,
tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios?
Todos estaban estupefactos y perplejos y se decían unos a otros: "¿Qué significa esto?"
Otros, en cambio, decían riéndose: "¡Están llenos de mosto!"
Entonces Pedro, presentándose con los Once, levantó la voz y les dijo: "Judíos y todos los que vivís en Jerusalén: Que os quede esto bien claro y prestad atención a mis palabras:
Éstos no están borrachos, como vosotros suponéis, pues es la hora tercia del día,
sino que es lo que dijo el profeta:
Sucederá en los últimos días, dice Dios: Derramaré mi Espíritu sobre todo mortal y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños.
Y también sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu.
Haré prodigios arriba en el cielo y signos abajo en la tierra.
El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes de que llegue el Día grande del Señor.
Y todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.
"Israelitas, escuchad estas palabras: A Jesús, el Nazoreo, hombre acreditado por Dios ante vosotros con milagros, prodigios y signos que Dios realizó por su medio entre vosotros, como vosotros mismos sabéis,
a éste, que fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios, vosotros le matasteis clavándole en la cruz por mano de unos impíos;
a éste Dios le resucitó librándole de los lazos del Hades, pues no era posible que lo retuviera bajo su dominio;
porque David dice refiriéndose a él: Veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que está a mi derecha para que no vacile.
Por eso se ha alegrado mi corazón y alborozado mi lengua, y hasta mi carne reposará, en la esperanza
de que no abandonarás mi alma en el Hades ni permitirás que tu santo experimente la corrupción.
Me has hecho conocer caminos de vida, me llenarás de gozo con tu presencia.
"Hermanos, permitidme que os diga con toda franqueza que el patriarca David murió y fue sepultado y su tumba permanece entre nosotros hasta el presente.
Pero como él era profeta y sabía que Dios le había asegurado con juramento que se sentaría en su trono uno de su linaje,
vio el futuro y habló de la resurrección de Cristo, que ni fue abandonado en el Hades ni su carne experimentó la corrupción.
A este Jesús Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos.
Así pues, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha derramado; esto es lo que vosotros veis y oís.
Pues David no subió a los cielos y sin embargo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra
hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies.
"Sepa, pues, con certeza todo Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a ese Jesús a quien vosotros habéis crucificado."
Al oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro y a los demás apóstoles: "¿Qué hemos de hacer, hermanos?"
Pedro les contestó: "Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para perdón de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo;
pues la Promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor Dios nuestro".
Con otras muchas palabras les conjuraba y les exhortaba: "Poneos a salvo de esta generación perversa".
Así pues, los que acogieron su palabra fueron bautizados. Y aquel día se les unieron unas tres mil personas. .
Se mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones.
Pero el temor se apoderaba de todos, pues los apóstoles realizaban muchos prodigios y signos.
Todos los creyentes estaban de acuerdo y tenían todo en común;
vendían sus posesiones y sus bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno.
Acudían diariamente al Templo con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón,
alabando a Dios y gozando de la simpatía de todo el pueblo. Por lo demás, el Señor agregaba al grupo a los que cada día se iban salvando. (Hch 2,1-47)

sábado, 21 de mayo de 2011

http://www.infancia-misionera.com/

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GRAN CELEBRACIÓN DE PENTECOSTES:
PARROQUIA SAN JOSÉ OBRERO, DUITAMA
ALABANZA,PREDICACIÓN, DANZA ADORACIÓN AL SANTÍSIMO,
Y CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
TE ESPERAMOS
11 DE JUNIO
LUGAR: AUDITORIO SANTO TOMÁS DE AQUINO, DUITAMA
HORA: 9:00-1:00P.M

EL SEÑOR DERRAMARÁ ABUNDANTES BENDICIONES SU PALABRA NOS UNIRÁ EN ORACIÓN

viernes, 13 de mayo de 2011

MAYO DE 2011 – IV DOMINGO DE PASCUA
Tema: «Proponer las vocaciones en la Iglesia local»

Queridos hermanos y hermanas:
La XLVIII Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones que se celebrará el 15
de mayo de 2011, cuarto Domingo de Pascua, nos invita a reflexionar sobre el
tema: «Proponer las vocaciones en la Iglesia local». Hace setenta años,
el Venerable Pío XII instituyó la Obra Pontificia para las Vocaciones
Sacerdotales. A continuación, animadas por sacerdotes y laicos, obras
semejantes fueron fundadas por Obispos en muchas diócesis como respuesta a la
invitación del Buen Pastor, quien, «al ver a las gentes se compadecía de ellas,
porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor», y
dijo: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al
Señor de la mies que mande trabajadores a su mies» (Mt 9, 36-38).
El arte de promover y de cuidar las vocaciones encuentra un luminoso punto de
referencia en las páginas del Evangelio en las que Jesús llama a sus discípulos
a seguirle y los educa con amor y esmero. El modo en el que Jesús llamó a sus
más estrechos colaboradores para anunciar el Reino de Dios ha de ser objeto
particular de nuestra atención (cf. Lc 10,9). En primer lugar, aparece
claramente que el primer acto ha sido la oración por ellos: antes de llamarlos,
Jesús pasó la noche a solas, en oración y en la escucha de la voluntad del Padre
(cf. Lc 6, 12), en una elevación interior por encima de las cosas
ordinarias. La vocación de los discípulos nace precisamente en el coloquio
íntimo de Jesús con el Padre. Las vocaciones al ministerio sacerdotal y a la
vida consagrada son primordialmente fruto de un constante contacto con el Dios
vivo y de una insistente oración que se eleva al «Señor de la mies» tanto en las
comunidades parroquiales, como en las familias cristianas y en los cenáculos
vocacionales.
El Señor, al comienzo de su vida pública, llamó a algunos pescadores, entregados
al trabajo a orillas del lago de Galilea: «Veníos conmigo y os haré pescadores
de hombres» (Mt 4, 19). Les mostró su misión mesiánica con numerosos
«signos» que indicaban su amor a los hombres y el don de la misericordia del
Padre; los educó con la palabra y con la vida, para que estuviesen dispuestos a
ser los continuadores de su obra de salvación; finalmente, «sabiendo que había
llegado la hora de pasar de este mundo al Padre» (Jn 13,1), les confió el
memorial de su muerte y resurrección y, antes de ser elevado al cielo, los envió
a todo el mundo con el mandato: «Id y haced discípulos de todos los pueblos» (Mt 28,19).
La propuesta que Jesús hace a quienes dice «¡Sígueme!» es ardua y exultante: los
invita a entrar en su amistad, a escuchar de cerca su Palabra y a vivir con Él;
les enseña la entrega total a Dios y a la difusión de su Reino según la ley del
Evangelio: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero
si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24); los invita a salir de la propria
voluntad cerrada en sí misma, de su idea de autorrealización, para sumergirse en
otra voluntad, la de Dios, y dejarse guiar por ella; les hace vivir una
fraternidad, que nace de esta disponibilidad total a Dios (cf. Mt 12,
49-50), y que llega a ser el rasgo distintivo de la comunidad de Jesús: «La
señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a
otros» (Jn 13, 35).
También hoy, el seguimiento de Cristo es arduo; significa aprender a tener la
mirada de Jesús, a conocerlo íntimamente, a escucharlo en la Palabra y a
encontrarlo en los sacramentos; quiere decir aprender a conformar la propia
voluntad con la suya. Se trata de una verdadera y propia escuela de formación
para cuantos se preparan para el ministerio sacerdotal y para la vida
consagrada, bajo la guía de las autoridades eclesiásticas competentes. El Señor
no deja de llamar, en todas las edades de la vida, para compartir su misión y
servir a la Iglesia en el ministerio ordenado y en la vida consagrada, y la
Iglesia «está llamada a custodiar este don, a estimarlo y amarlo. Ella es
responsable del nacimiento y de la maduración de las vocaciones sacerdotales» (Juan
Pablo II,
Exhort. ap. postsinodal Pastores dabo vobis, 41). Especialmente en
nuestro tiempo en el que la voz del Señor parece ahogada por «otras voces» y la
propuesta de seguirlo, entregando la propia vida, puede parecer demasiado
difícil, toda comunidad cristiana, todo fiel, debería de asumir conscientemente
el compromiso de promover las vocaciones. Es importante alentar y sostener a los
que muestran claros indicios de la llamada a la vida sacerdotal y a la
consagración religiosa, para que sientan el calor de toda la comunidad al decir
«sí» a Dios y a la Iglesia. Yo mismo los aliento, como he hecho con aquellos que
se decidieron ya a entrar en el Seminario, a quienes escribí: «Habéis hecho
bien. Porque los hombres, también en la época del dominio tecnológico del mundo
y de la globalización, seguirán teniendo necesidad de Dios, del Dios manifestado
en Jesucristo y que nos reúne en la Iglesia universal, para aprender con Él y
por medio de Él la vida verdadera, y tener presentes y operativos los criterios
de una humanidad verdadera» (Carta a los Seminaristas, 18 octubre 2010).
Conviene que cada Iglesia local se haga cada vez más sensible y atenta a la
pastoral vocacional, educando en los diversos niveles: familiar, parroquial y
asociativo, principalmente a los muchachos, a las muchachas y a los jóvenes —como hizo Jesús con los discípulos— para que madure en ellos una genuina y
afectuosa amistad con el Señor, cultivada en la oración personal y litúrgica;
para que aprendan la escucha atenta y fructífera de la Palabra de Dios, mediante
una creciente familiaridad con las Sagradas Escrituras; para que comprendan que
adentrarse en la voluntad de Dios no aniquila y no destruye a la persona, sino
que permite descubrir y seguir la verdad más profunda sobre sí mismos; para que
vivan la gratuidad y la fraternidad en las relaciones con los otros, porque sólo
abriéndose al amor de Dios es como se encuentra la verdadera alegría y la plena
realización de las propias aspiraciones. «Proponer las vocaciones en la Iglesia
local», significa tener la valentía de indicar, a través de una pastoral
vocacional atenta y adecuada, este camino arduo del seguimiento de Cristo, que,
al estar colmado de sentido, es capaz de implicar toda la vida.
Me dirijo particularmente a vosotros, queridos Hermanos en el Episcopado. Para
dar continuidad y difusión a vuestra misión de salvación en Cristo, es
importante incrementar cuanto sea posible «las vocaciones sacerdotales y
religiosas, poniendo interés especial en las vocaciones misioneras» (Decr. Christus Dominus, 15). El Señor necesita vuestra colaboración para que sus
llamadas puedan llegar a los corazones de quienes ha escogido. Tened cuidado en
la elección de los agentes pastorales para el Centro Diocesano de Vocaciones,
instrumento precioso de promoción y organización de la pastoral vocacional y de
la oración que la sostiene y que garantiza su eficacia. Además, quisiera
recordaros, queridos Hermanos Obispos, la solicitud de la Iglesia universal por
una equilibrada distribución de los sacerdotes en el mundo. Vuestra
disponibilidad hacia las diócesis con escasez de vocaciones es una bendición de
Dios para vuestras comunidades y para los fieles es testimonio de un servicio
sacerdotal que se abre generosamente a las necesidades de toda la Iglesia.
El Concilio Vaticano II ha recordado explícitamente que «el deber de fomentar
las vocaciones pertenece a toda la comunidad de los fieles, que debe procurarlo,
ante todo, con una vida totalmente cristiana» (Decr. Optatam totius, 2).
Por tanto, deseo dirigir un fraterno y especial saludo y aliento, a cuantos
colaboran de diversas maneras en las parroquias con los sacerdotes. En
particular, me dirijo a quienes pueden ofrecer su propia contribución a la
pastoral de las vocaciones: sacerdotes, familias, catequistas, animadores. A los
sacerdotes les recomiendo que sean capaces de dar testimonio de comunión con el
Obispo y con los demás hermanos, para garantizar el humus vital a los
nuevos brotes de vocaciones sacerdotales. Que las familias estén «animadas de
espíritu de fe, de caridad y de piedad» (ibid), capaces de ayudar a los
hijos e hijas a acoger con generosidad la llamada al sacerdocio y a la vida
consagrada. Los catequistas y los animadores de las asociaciones católicas y de
los movimientos eclesiales, convencidos de su misión educativa, procuren
«cultivar a los adolescentes que se les han confiado, de forma que éstos puedan
sentir y seguir con buen ánimo la vocación divina» (ibid).
Queridos hermanos y hermanas, vuestro esfuerzo en la promoción y cuidado de las
vocaciones adquiere plenitud de sentido y de eficacia pastoral cuando se realiza
en la unidad de la Iglesia y va dirigido al servicio de la comunión. Por eso,
cada momento de la vida de la comunidad eclesial —catequesis, encuentros de
formación, oración litúrgica, peregrinaciones a los santuarios— es una preciosa
oportunidad para suscitar en el Pueblo de Dios, particularmente entre los más
pequeños y en los jóvenes, el sentido de pertenencia a la Iglesia y la
responsabilidad de la respuesta a la llamada al sacerdocio y a la vida
consagrada, llevada a cabo con elección libre y consciente.
La capacidad de cultivar las vocaciones es un signo característico de la
vitalidad de una Iglesia local. Invocamos con confianza e insistencia la ayuda
de la Virgen María, para que, con el ejemplo de su acogida al plan divino de la
salvación y con su eficaz intercesión, se pueda difundir en el interior de cada
comunidad la disponibilidad a decir «sí» al Señor, que llama siempre a nuevos
trabajadores para su mies. Con este deseo, imparto a todos de corazón mi
Bendición Apostólica.
Vaticano, 15 noviembre 2010
El pastor y la puerta” es el título de la reflexión homilética del sacerdote y teólogo José-Román Flecha Andrés para el cuarto domingo de Pascua, día del Buen Pastor, Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 15 de mayo de 2011
La figura del pastor era característica de las antiguas culturas. Hoy el mundo ha evolucionado notablemente. En muchas de nuestras sociedades técnicas y urbanas se ignora completamente la experiencia del pastor, así como su interés por conocer, cuidar y guiar a sus ovejas.
Sin embargo, el cuarto domingo de Pascua nos recuerda cada año la figura de Jesús como Buen Pastor. Él es el Hermoso Pastor, como dice el texto griego. Esa imagen fue muy pronto familiar a los cristianos, que la plasmaron en las pinturas de las catacumbas romanas y en los relieves de los sarcófagos.
Los cristianos pensamos en Jesús al recitar y cantar el salmo 23: “El Señor es mi pastor, nada me falta”. Con esas palabras confesamos que ponemos en Jesucristo nuestra confianza durante la vida. Y a él nos encomendamos a la hora de la muerte. Aunque pasemos por valles de tinieblas, no podemos temer los males de este mundo.
La libertad y la verdad
Con todo, el evangelio de este domingo nos ofrece otra imagen que olvidamos con frecuencia: la de la puerta (Jn 10, 1-10). En el primer volumen de su libro “Jesús de Nazaret”, el papa Benedicto XVI observa que, antes de identificarse con el pastor, Jesús se presenta como la puerta del redil en el que se recoge el rebaño.
“Yo soy la puerta de las ovejas”, dice Jesús. Por medio de él se accede al reino de la interioridad y de la gracia. Por medio de él se llega al espacio de la seguridad y al refugio que nos libra del mal. No hay otro camino. Se equivoca quien pretende alcanzar la realización personal, entrando por otro lugar.
“Yo soy la puerta de las ovejas”, dice Jesús. Por medio de él se puede salir a los amplios espacios donde florece la libertad y se encuentra alimento. No hay otro camino que nos lleve al reino de la luz y de la verdad. Se equivoca quien piensa que Jesús nos cierra la vía para la felicidad.
Además, la puerta es la señal para el discernimiento. Si el pastor elige la puerta verdadera, también la puerta nos revela la verdad del pastor: “El que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas”.

Los pastos y la vida
Por tercera vez el evangelio de hoy pone en boca de Jesús unas palabras que subrayan y explican la misma imagen: “Yo soy la puerta. Quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”.
• “Quien entre por mí se salvará”. Jesús es el Salvador. El mal convive en el mundo con el bien. Los peligros externos y las tentaciones personales pueden apartarnos de nuestra meta. Esa puerta que es Jesús nos ofrece un camino de salvación que no encontramos en ninguna otra parte.
• Por mí “podrá entrar y salir”. Miles de voces nos invitan cada día a descubrir nuevos caminos. Los políticos y los mercaderes nos venden horizontes de libertad. Con frecuencia descubrimos que nos engañan. Jesús es la verdad. Él se nos presenta como la única puerta que no tiene cerrojos.
• Por mí “encontrará pastos”. En un tiempo de viajes “de bajo costo” y de “comidas rápidas”, son muchos los signos de insatisfacción que percibimos a nuestro alrededor. Jesús es la puerta que nos abre a la posibilidad de una alimentación sana y abundante para nuestro espíritu.
- Señor Jesús, tú has venido para que tengamos vida y la tengamos abundante. A ti confiamos nuestras necesidades y esperanzas. Bendito seas por siempre. Amén.

viernes, 6 de mayo de 2011

RETIRO MAYO 2011

SAN FRANCISCO  DELANTE DEL CRISTO DE SAN DAMIAN...
        Para conocer y para cumplir la voluntad de Dios   

                                                            Invocación al Espíritu Santo
Oh Espíritu potente,
Infunde en mi alma el rocío de tu suavidad
Inúndala con la plenitud de tu gracia.
Ara el terreno endurecido de mi corazón,
Para que pueda acoger y hacer fructificar
La semilla de tu Palabra.
Solo por tu infinita sabiduría
Todos los dones florecen y maduran en nosotros.
Extiende tu diestra sobre mi y
Fortifícame con la gracia
De tu gran misericordia.
Aleja de mi alma la neblina oscura del error
Y dispersa las tinieblas del pecado,
Para que pueda elevar la mente y el corazón
De las cosas terrenas a las cosas celestiales. Amén.


Introducción:
Queremos revivir el encuentro de San Francisco en San Damián, un encuentro que es revelación del Señor para San Francisco y oración del hombre a la búsqueda de poder vivir lo que el Señor le manda.
«Despojándose de dichos pobres vestidos y tomando nuevamente los suyos, regresó a Asís (desde Roma), y comenzó a orar al Señor para que dirigiera su vida... » (FF. 1406).
Bajo el cerro de San Feliciano había (y todavía está) un pequeña iglesia antigua dedicada a los santos Cosme y Damián; aquí se refugia con frecuencia San Francisco, aquí permanece largo tiempo orando; hay un crucifijo grande que lo espera con los brazos abiertos.
Francisco busca la paz, la tranquilidad silenciosa, que ayudan al recogimiento y a la contemplación. Así expresa Celano en la primera vida “Devotamente suplicaba al Dios Eterno y verdadero para que le manifestara el camino y para que le enseñará a cumplir su voluntad” (FF. 329) .
Francisco se ha dedicado a descubrir la voluntad de Dios hacia  él y entre las oraciones que San Francisco nos ha dejado, está la que El dirige a Jesús crucificado, después de haberlo escuchado, parece que es la primera oración en orden al tiempo. Aparece en enero del 1206. Como  a San Francisco de Asís, también a cada una de  nosotras, Jesús Crucificado quiere  revelar su voluntad de querer ser nuestro Amado y de enviarnos a vivir su mandato.
El encuentro con el Señor , y que se haya revelado a nosotras nos da una luz nueva para nuestra vida, no sólo al inicio de nuestra respuesta de consagración, sino cada vez que decidamos y escojamos dejar que el nos hable.  


Le habla una voz de una imagen sagrada
Es tal su disposición de ánimo, que un cierto presentimiento lo impulsa a la búsqueda y así su corazón está abierto para poder acoger una llamada divina, Francisco
Un día que estaba cerca de la iglesia de San Damián, que estaba casi destruida y abandonada de todos. Entra en ella, guiándole el Espíritu, a orar, se postra suplicante y devoto ante el crucifijo, y, visitado con toques no acostumbrados en el alma, se reconoce luego distinto de cuando había entrado. Y en este trance, la imagen de Cristo Crucificado –cosa nunca oída-, desplegando los labios, habla desde el cuadro a Francisco. Llamándolo por su nombre: Francisco –le dice-, vete, repara mi casa, que, como ves, se viene del todo al suelo”. Preso de temblor, Francisco se pasma y como que pierde el sentido por lo que ha oído. Se apronta a obedecer, se reconcentra todo él en la orden recibida. (2 Cel 10: FF 593; cfr. 3 Comp 13: FF 1411).
El Crucifijo de San Damián de la escuela Siriaco- Bizantina, muy reconocido hoy, es realmente así solemne, de colores vivos y de rasgos vivos que se puede sentir como de cerca: Cristo está en posición vertical, resaltado sobre la cruz, sin ser colgado. Los ojos están abiertos, los brazos completamente abiertos. Bajo la cruz están María, la madre de Jesús, y San Juan, otras dos Marías y el centurión que reconoce con fe: “verdaderamente este hombre era justo”  (Lc 23,47). En la misma perspectiva están los ángeles de la resurrección y las mujeres en la tumba. Encima del Crucifijo resucitado, en un medallón  está representada la ascensión de Cristo al cielo, donde lo esperan los ángeles. En el espacio que delimita el bordo superior de esta antigua ICONA, de hace cerca de ocho siglos, el cielo aparece circunscrito en un semicírculo, de donde se levanta, sobre el hijo, la mano bendita del Padre: “Este es mi Hijo predilecto (...). Escuchadlo”(Mt 17,5). El dedo bendito del padre puede hacer pensar que represente al Espíritu Santo, que en el reconocido himno de pentecostés Ven Creador Espíritu, viene llamado “dedo de la mano de Dios”. Si le damos esta interpretación, la imagen representaría al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Una mano para sostener la Iglesia en ruinas
De este Crucifijo del rostro hablante que es posible encontrar todavía hoy en la iglesia de Santa Clara en Asís, Francisco, el hombre sensible  transformado por los acontecimientos, percibe aquel mandato que podemos considerar específico y fundamental para la entera familia Franciscana: sostener y reparar la casa que está en ruinas y se está cayendo.
Está casa sobretodo soy yo mismo; cada cristiano “es templo del Espíritu” (1cor 6,19). Pablo dice: Así pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo, en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo santo en el Señor, en quien también  vosotros estáis siendo juntamente edificados, hasta ser morada de Dios en el Espíritu. (Ef. 2,19­22). También vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio Santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo. (1 Pt 2,5).
En todos estos significados, Francisco es aquel que tiene la tarea de renovar la casa de Dios: después de la conversión inicial, permanece en esa tensión que lo llevará, para toda la vida, a hacer penitencia y a caminar en la novedad del corazón. Pocos minutos antes de morir dirá: “Comencemos, hermanos, a servir al Señor Dios, pues escaso es o poco lo que hasta ahora hemos adelantado” (1 Cel 103: FF 500).

Se trata hoy de crecer en el conocimiento de recomenzar cada día: tengo esta voluntad? Reconozco e identifico la intención de hacerlo? Que resistencias personales y comunitarias identifico?
Después de la invitación recibida en San Damián, sin esperar se prepara para restaurar la capilla. Sucesivamente, repara la capilla de la porciúncula dedicada a Santa María de los ángeles y otra iglesia llamada de San Pedro, que ya no existe.
El progresivo reconocimiento del mandato de una vida
Francisco está dispuesto a obedecer y está concentrado en el mandato recibido (cfr. 2 Cel 10: FF 593) y la prueba está en la oración, que Francisco dirige en respuesta al Crucifijo que le ha hablado:
Alto y  glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón.
Y dame un fe recta, esperanza cierta y caridad Perfecta
Sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla tu Santo y veraz mandamiento.  
Amen (PCr.- FF 276).
Al rostro glorioso del crucifijo que lo mira desde la cruz, corresponde la respuesta de san Francisco, que le habla al Señor en términos de “Alto y glorioso Dios”. En muchas otras oraciones y también en el cántico al Hermano sol, Francisco ora así: “altísimo, omnipotente, buen Señor...” (Can 1: FF 263). A la experiencia del rostro radiante y majestuoso del Cristo, hace eco la oración: “ilumina las tinieblas de mi corazón”. Delante de Dios que habita en una luz inaccesible, el hombre puede encontrar solo tinieblas en sí mismo
Francisco pide penetrar en el rayo de la luz divina, para que su vida sea transparencia. La oscuridad del corazón, la turbación y la inquietud, que lo hacen oscilar entre lo amargo y lo dulce, todo esto está  reflejado en su oración. Por iluminación del corazón, entiendo, con este término el centro de la persona en su integridad.
Es importante notar como no pide la solución del conflicto con el padre o el don de la salud, sino más bien las tres virtudes teologales, que constituyen el fundamento de la vida Cristiana y la plasman: como Abraham, en la fe me confió en el otro y me abandono; en la esperanza miro más allá de mi mismo; en la caridad supero el ámbito estrecho de mi ego.  En la fe, en la esperanza y en la caridad doy mi respuesta personal a un Tú: al Tú de Dios y al tú del prójimo. En esta relación y comunión encuentro mi profunda identidad hasta alcanzar la plena madurez del ser.
Después de haber orado para obtener las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad, Francisco pide el “sentido” y el “conocimiento”
Desea el don del discernimiento, para comprender el sentido de su vida y la voluntad de Dios. Es como si le pidiera: “Hazme atento a ti y a los hombres, hazme receptivo y sensible a tu llamado y a la oración con frecuencia muda de tantos; haz que yo me abra con todos mis sentidos para poder así acoger y comprender el significado de la vida”. Después de oír este mandamiento - que juzga “Santo y veraz”- Francisco quiere ponerlo en práctica.
Es importante subrayar inmediatamente una cosa:
-      Qué entiende  Francisco por reparar la casa del Señor.?
Comenzando por el mismo!  Entiende que no puede buscar reparar la casa del Señor si antes no pretende cambiar a sí mismo, si antes no sucede dentro de sí una “santa y veraz” conversión. Debe partir de sí mismo. Entre más rápido el Señor lo libre de las tinieblas del pecado, le de fe, esperanza y caridad, sabiduría y fuerza , así podrá cumplir cuando le ha pedido.
Las oraciones tienen como fin una acción y en fin de cuentas, la única cosa que Francisco pide es de poder realizar el mandato del Señor. Es probable que Francisco haya formulado su oración más o menos en estos términos: “haz que yo no te sustituya en tu proyecto sobre mi vida y que yo no haga programas sinTí. Ayúdame a reconocer tu mandamiento y por lo tanto a cumplirlo incondicionalmente. Haz que yo no proclame solo con palabras, sino que realice lo que he entendido como “Santo y veraz mandamiento”
De aquí en adelante lo que le dará sentido (significado y dirección) a su aventura humana y Cristiana será cumplir la voluntad de Dios.
De aquí en adelante no pide, no busca, no quiere otra cosa. Dios se convierte en el fundamento alrededor del cual giran, pensamientos, sentimientos y acciones. Toma el primer puesto hasta cuando tomará todo el puesto- en todas sus manifestaciones.
Su sufrimiento encuentra un punto de referencia y un contenido: continuará a nutrir en sí el amor a los leprosos, extendiéndolo a las personas despreciables, a las que poco cuentan, a los pobres y a los débiles, a los enfermos y a los peregrinos a lo largo del camino.  (cfr. Rnb 9,2: FF 30). Hará suyo el gemido de cada creatura, para que vislumbre el rostro sufriente de su Señor. Desde este momento en adelante, la compasión por el crucifijo sigila su camino.
Francisco se despojará a tal punto del hombre viejo, se dejará forjar de la compasión del otro que, hacia el final de su vida, será semejante a la imagen del crucifijo. La hora de la escucha y de la respuesta orante en San Damián señala el inicio de un camino y tendrá su vértice en la Verna, con las estigmas, cuando será configurado con su Señor Crucificado.
Pronto a jugarse la vida, el seguimiento al Señor se convierte en una maravillosa historia de amor, aquella historia de amor que Jesucristo, es Señor quiere vivir con cada una de nosotras.
Al acoger y  meditar la experiencia de Francisco, que oración surge desde dentro de mi ser?
Qué pasos será necesario hacer para que nuestra vida personal y fraterna se convierta en una historia de amor?




RETIRO ABRIL 2011

                                       EL HIJO DE DIOS DIRIGIDO AL PADRE:
FRANCISCO CONTEMPLA EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN

                                  Invocación al Espiritu Santo   
                
Padre Santo, tu que eres la luz,
abre mis ojos y mi corazón.
Infunde tu Espiritu sobre mi,
para que acoja con docilidad tu Palabra.
Doname un corazón abierto y generoso
Para que en el diálogo contigo,
pueda conocer y amar
a tu Hijo Jesús
para la salvación de mi vida
y la de mis hermanos.
Te lo pido por Jesucristo, nuestro Señor
AMEN

En este tercer retiro mensual continuamos acompañando a Francisco en su camino de oración y de contemplación. El contempla por largo tiempo los misterios de Cristo para enmedismarse en El y vivirlo.
La primera contemplación es la del nacimiento, un misterio que impresiona a San Francisco por la humildad y la ternura de Cristo, el Santo iene una predilección por la fiesta del nacimiento de Jesús.
En la contemplación de este misterio, en el silencio y en la oración estamos invitadas a fijar la mirada en Jesús y a preguntarnos Quién es El para nosotras en este momento de nuestra vida?
Decimos en este momento de nuestra vida, porque no es más válida la respuesta dada a estas pregunta hace 30, 40 o 50 años...El contenido de nuestra vida es nuevo, por lo tanto es nuevo nuestro seguimiento a El
La pregunta y la respuesta son personales: Quien es Jesús para mí hoy?
El salmo 15, que hoy proclamamos, es una larga meditación de Francisco sobre el misterio de Jesús que no se cerro en si mismo, pero siempre inserto en el contexto trinitario, todavia ponemos a Jesús al centro como lo vive Francisco y trenemos presente que el Santo oraba este salmo en visperas de la navidad hasta la octava de la epifania en cada hora.
Escuchemos el salmo XV:
domanda e la risposta sono personali: chi è per me Gesù oggi?
Il salmo XV, che oggi preghiamo, è una lunga meditazione di Francesco sul mistero di Gesù mai isolato in se stesso, ma sempre inserito nel contesto Trinitario,tuttavia mettiamo  Cristo Gesù al centro come lo vive Francesco e teniamo presente che il Santo pregava questo salmo nei Vespri di Natale fino all’ottava dell’epifania, a ciascuna ora.
Ascoltiamo il Salmo XV:

1 Saltad de gozo en Dios nuestro auxilio (Sal. 80, 2): Aclamad al Señor Dios vivo y verdadero (Sal. 46, 2).
2 Porque el Señor es excelso y terrible, soberano de toda la tierrra (Sal. 46, 3).


3 Porque el Santísimo Padre (Jn 17,11) del cielo, nuestro rey antes de los siglos (Sal.73, 12), envio de lo alto a su amado Hijo (cfr 1 Jn 4, 9) y nacio de la bienaventurada Virgen Santa María.
4 El me invocó: “Tú eres mi Padre” y yo lo nombraré mi primogénito, más excelso que todos los reyes de la tierrra (Sal. 88, 27-28).
5 En aquel dís envió el Señor su misericordia, y en la noche su canto (Sal. 41, 9).
6 Este es el día que hizo el Señor; saltemos de gozo y alegrémonos en él (Sal. 117, 24).
7 Porque se nos ha dado un niño santísimo, amado, y nació por nosotros (cfr. Is 9, 6) fuera de casa y fue colocado en un pesebre, pues no habia sitio en la posada (cfr. Lc 2, 7).
8 Gloria al Señor Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres de buena voluntad (Lc 2, 14).
9 alégrese los cielos y salte de gozo la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; gocen los campos y cuanto hay en ellos (Sal.95, 11-12).
10 Cantadle un cántico nuevo, cantad al Señor toda la tierrate a Lui un cantico nuovo: o terra tutta, cantate al Signore (Sal. 95, 1).
11 Porque grande es el Señor y muy digno de alabanza, más terrible que todos los dioses (Sal. 95, 4).
12 Dad al señor, familias de los pueblos, dad al Señor gloria y honor , dad al Señor la gloria debida a su nombre (Sal. 95, 7-8).
13 Tomad vuestros cuerpos y cargad con su santa crtuz ( Lc 14,27.  - Rm 12, 1) y seguid hasa el fin sus santisimos preceptos (1P2 2,21)

En el salmo sobresale que Cristo Jesús esta al centro, pero dentro de la trinidad, Cristo siempre esta enrelación con las otras personas Divinas, especialmente en relación con el Padre, con el cual tiene una relación especial, muy evidenciadpo por San Francisco.
Vendran revizadas algunas imagenes tradicionales sobre la devoción franciscana relacionadas a la humanidad de Crsito, porque Francisco no se concentrada  en las anecdotas evangelicas ni muchos menos en rasgos inmediatamente “sentimentales” de los acontecimientos humanos de Jesus. Es muy sobrio cuando habla del nacimiento; en vez de fijarse en la escena del pesebre, enfatiza sobre el misterio de la encarnación y la pobreza escogida por Jesús junto a la Virgen María.

… ALCUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL SALMO XV[1]
El salmo XV (FF 303) es uno de los más elaborados de este grupo. Este salmo hace hablar a la iglesia: voz de la iglesia referente a Dios y a Cristo.
El salmo XV  en una especie de embriaguez espiritual procla­ma las maravillas que Dios ha hecho: porque el Santisimo Padre Celestial, nuestro rey de la eternidad, ha mandado de lo alto su hijo predilecto, y nació de la beata Santa Virgen  María (salmo 15,3).El salmo invita (junto con el salmo 7,4), al cielo, a la tierra, al mar y alos campos  (15,9), a alegrarse, a estremecerse de alegria. Su nacimiento es celebrado en una fiesta de gloria celeste y en la memoria de un niño que nace en el camino (15,7), sin una morada fija y fue puesto en una pesebrera.
Asi el misterio de la resurrección y el de la encarnación, son celebrados según la misma perspectiva teologica; con el nacimieno en la pesebrera, son misterios de gloria. (Salmo 15,7). Por lo que se refiere al nacimiento, Francisco retoma la visión de san Juan del verbo que se hizo carne y que nosotros vemos en su gloria. (Jn 1,14)
Este salmo, tiene por fondola figura del Padre, El es al cual es dirigida la palabra del Hijo; Es aquel que acoje esta palabra, cumple la liberación y el triunfo decisivo. Y cuando el Hijo aparece en la gloria de su Ascención y de su regreso al final de los tiempos y el Padre es el autor y el garante.
 Così il mistero del­la Risurrezione e quello della nascita nella carne sono celebrati secondo la stessa prospettiva teologica; sono, an­che nel caso della natività nella povertà della mangiatoia (salmo 15,7), dei misteri di gloria. Qui ancora, per ciò che riguarda la natività, Francesco riprende la visione gio­vannea del Verbo che si fece carne e noi vedemmo la sua gloria (Gv 1,14).
 Questo sal­mo, ha per sfondo ultimo la figura del Padre; Egli è colui al quale si rivolge la parola del Figlio; è colui che accoglie questa parola, compie la li­berazione ed il trionfo decisivo. E quando il Figlio appare nella gloria della sua Ascensione e del suo ritorno finale, è il Padre che ne è sia l’autore che il garante.
Il salmo ci svela come Dio sia il Padre di Gesù, co­me, attraverso le diverse tappe dei suoi misteri, dalla na­scita fino alla Parusia, il Figlio si ponga davanti al Padre e quale legame indissolubile li leghi nell’umiliazione della passione e nel trionfo della vita.
Questo salmo, compreso nella linea dell’esperienza litur­gica della Chiesa, mette in questione un’immagine sog­gettiva della devozione alla Passione, che dal Medioevo si attribuisce, a torto, a Francesco ed alla sua spiritualità.

… ALCUNI SPUNTI DI MEDITAZIONI[2]
Il salmo sembra essere una lunga professione di fede di Francesco. Sembra rispondere alla domanda: chi è Gesù per Francesco? La risposta di Francesco è teologicamente densa: è colui che è nato, morto e risorto per la nostra salvezza.
Che cosa significa mettere Gesù  al centro della vita secondo Francesco? Che cosa vuol dire, per noi, rimettere al centro della nostra vita, Gesù ?
Credo che non ci sia spiegazione migliore di una famosa espressione di San Paolo per dire che cosa sia una vita cristiana con Gesù al centro. Mi riferisco alla lettera ai Galati capitolo 2, 20:
«Sono stato crocifisso con Cristo e non sono più io che vivo, ma Cristo vive in me. Questa vita nella carne, io la vivo nella fede del Figlio di Dio, che mi ha amato e ha dato se stesso per me».
“Cristo al centro” vuol dire vivere la vita concreta, con tutto suo bagaglio di gioia e di contraddizione, nella fede del Figlio di Dio.
Per comprendere come Francesco mette al centro della vita Gesù riflettiamo sull’abbraccio del lebbroso da parte di Francesco:
«Da allora si rivestì dello spirito di povertà, d'un intimo sentimento d'umiltà, e di pietà profonda. Mentre prima aborriva non solo la compagnia dei lebbrosi , ma perfino il vederli da lontano, ora, a causa di Cristo crocifisso, che, secondo le parole del profeta, ha assunto l'aspetto spregevole di un lebbro­so, li serviva con umiltà e gentilezza, nell'intento di raggiungere il pieno di­sprezzo di se stesso. Visitava spesso le case dei lebbrosi; elargiva loro genero­samente l'elemosina e con grande compassione ed affetto baciava loro le mani e il volto» (Leg.Mag. 1,6 FF 1036).
«Baciare un oggetto repellente è perverso! Eppure per Francesco fu un’esperienza sublime. Forse che Francesco era un perverso? O forse quel lebbroso aveva perso improvvisamente il suo cattivo odore e aveva incominciato ad emanare profumo? O forse perché è bastato guardarlo da un altro punto di vista e, così, quel poveretto faceva meno impressione di prima? Nulla di tutto questo, almeno dai resoconti della vicenda. Il lebbroso era ed è rimasto lebbroso. Francesco era ed è rimasto uno che sentiva “ripugnanza istintiva” (2Cel.9) per quel genere di persone: Nulla è cambiato,eppure tutto è cambiato. “Da allora … Francesco …”. I valori naturali (odore, malattia, suscettibilità…) non hanno subito un cambiamento,ma anzichè intrappolare o tacitare i valori trascendenti,li hanno fatti germogliare.
Lo specifico della vita cristiana non è nell’amore, ma nel modo di amare come Cristo, l’amare “come” Cristo ama.
L’esperienza spirituale non produce un cambiamento di natura. Ciò che manda cattivo odore continua a mandare cattivo odore, e continua ad essere sentito così anche dopo la conversione. L’espe­rienza dei sensi rimane intatta, ma non è l’ultimo punto di arrivo. È e rimane repulsione, ma non solo repulsione. È anche interpellanza religiosa, senza bisogno di sottoporre ad un giochetto di prestigio né l'oggetto di quella esperienza, né il soggetto che la fa.
Un’occasione fortuita della vita è mediazione spirituale quando il valore naturale che essa immediatamente esprime rimane aperto - al­meno come possibilità - ad un valore trascendente. Il lebbroso rima­se lebbroso (valore naturale), ma anche un prossimo da amare (valo­re trascendente). Francesco rimase uno che «sentiva ripugnanza istintiva per i lebbrosi», ma incominciò anche a riflettere e a pondera­re che «lui non voleva venire meno alla fedeltà promessa, come tra­sgredendo un ordine ricevuto» (2Cel. 9). La presenza in noi dei valori trascendenti permette di vivere le esperienze dei sensi come media­zioni. A questa condizione le esperienze fanno crescere, altrimenti ri­mangono esperienze mute o toccanti per oggi, ma... domani si vedrà. Non sono «le esperienze dei sensi» a depravarci, ma il fermarci a vi­verle per quello che immediatamente dicono. Il fortunato non lo è per sorte del destino, ma perché si è formato ad una certa sensibilità che sa cogliere ciò che i sensi ultimamente mediano.
Ecco come la vita nella carne può essere vissuta nella fede del Figlio di Dio. Francesco «fece violenza a se stesso, gli si avvicinò e lo baciò». Se lo fece non fu per autocostrizione, ma perché innamorato di Cristo. In­fatti lo fece con il cuore:«Poco tempo dopo volle ripetere quel gesto: andò al lebbrosario e, dopo aver dato a ciascun malato del denaro, ne baciò la mano e la bocca» (2Cel. 9).
Esistono due tipi di conoscenza, come abbiamo già detto prima: quella che nasce dai fatti e quel­la che nasce dall’amore. Quella dai fatti, prima conosce e poi ama. Quella dall'amore, prima ama e poi conosce. Quest’ultima è il tipo di conoscenza caratteristico dell’innamorato, ma anche della persona spirituale il cui cuore è inondato dall'amore di Dio.
Per dialogare con il tu divino bisogna muoversi nel conoscenza che ama, dove conoscenza e dono di sé si compenetrano e il sapere è reso perspicace dall'amore. Nell’esperienza spirituale ciò che è deter­minante non è l'esercizio della conoscenza (conversione intellettua­le) né quello della volontà (conversione morale), ma l'esercizio del­la affettività che caratterizza la conversione religiosa che «consiste nell'essere presi da ciò che ci tocca assolutamente. È innamorarsi in maniera ultramondana. È consegnarsi totalmente e per sempre senza condizioni, restrizioni, ritegno». L’ascesi non è soltanto una disposi­zione di sé sempre più liberata, ma una disponibilità incondizionata e passiva all’Altro, frutto della libertà del cuore.
L’esperienza spirituale non porta ad un perfezionamento dello stato previo, ma si conclude con un cambiamento dello stesso. È la persona stessa che cambia.
Ciò che sembra stupefacente nell’incontro con il lebbroso non è il fatto che Francesco lo abbia baciato, né che il lebbroso sia diventato per incanto attraente o che da allora Francesco abbia rotto con il pas­sato e abbandonato le vesti del mondo per il saio. È vero: l’incontro gli ha fatto cambiare gli oggetti dei suoi interessi, ma soprattutto (e questo è lo stupefacente) gli ha fatto cambiare il criterio in base al quale valutare quegli oggetti di sempre. Il criterio ultimo di Francesco è Cristo, ed è questo il suo mettere Gesù al Centro.
Il lebbroso resta lebbroso, ma Francesco cambia la sua risposta perché lo valuta secondo un orizzonte radicalmente diverso. È questo nuovo orizzonte dal cuore innamorato che sostiene e ispira la nuova risposta. Non la platealità della risposta, ma un cuore innamorato è stupefacente.
Ci inoltriamo nella contemplazione e nella preghiera personale con alcuni spunti di riflessione.. Ciascuna segua la mozione spirituale del Maestro interiore: lo Spirito Santo:
Qual è la mia considerazione“personale” del mistero di Cristo? Quale aspetto della sua vicenda mi colpisce soprattutto: la nascita ?,la passione?,l’immagine di Gesù guaritore, la resurrezione?. Di chi sono innamorata in questa ora della vita?
Puoi aiutare la tua preghiera oltre al testo FF.1036 già riportato, sull’incontro di Francesco con i lebbrosi, con:
FF. 110“Il Signore, cosi', dette a me, frate Francesco, di iniziare a fare penitenza così: quando ero nei peccati, mi pareva cosa tanto amara vedere i lebbrosi, ed il Signore stesso mi condusse tra loro e usai con essi misericordia. Ed allontanandomi da loro, ciò che mi pareva amaro mi fu mutato in dolcezza di animo e di corpo. Ed in seguito, stetti un poco e uscii dal secolo.(Testamento )
 FF.592 Fra tutti gli orrori della miseria umana, Francesco sentiva ripugnanza istintiva per i lebbrosi. Ma, ecco,un giorno ne incontrò proprio uno, mentre era a cavallo nei pressi di Assisi. Ne provò grande fastidio e ribrezzo; ma per non venir meno alla fedeltà promessa, come trasgredendo un ordine ricevuto, balzò da cavallo e corse a baciarlo….Subito risalì a cavallo, guardò qua e là – la campagna era aperta e libera tutt’attorno da ostacoli - , ma non vide più il lebbroso.(2 Celano )
FF.1034 . Un giorno, mentre andava a cavallo per la pianura che si stende ai piedi di Assisi, si imbatté in un lebbroso. Quell'incontro inaspettato lo riempì di orrore. Ma, ripensando al proposito di perfezione, già concepito nella sua mente, e riflettendo che, se voleva diventare cavaliere di Cristo, doveva prima di tutto vincere se stesso, scese da cavallo e corse ad abbracciare il lebbroso e, mentre questi stendeva la mano come per ricevere l'elemosina, gli porse del denaro e lo baciò. Subito risalì a cavallo; ma, per quanto si volgesse a guardare da ogni parte e sebbene la campagna si stendesse libera tutt'intorno, non vide più in alcun modo quel lebbroso. Perciò, colmo di meraviglia e di gioia, incominciò a cantare devotamente le lodi del Signore, proponendosi, da allora in poi, di elevarsi a cose sempre maggiori (.Legg. Maggiore)

 Seguono testi con una descrizione della devozione al Natale del Signore ed efficace sintesi del modo in cui Francesco guarda al Natale, egli voleva che in tale giorno si portasse soccorso a tutti  :
FF.1669 Francesco aveva per il Natale del Signore più devozione che per qualunque altra festività dell'anno. Invero, benché il Signore abbia operato la nostra salvezza nelle altre solennità, diceva il Santo che fu dal giorno della sua nascita che egli si impegnò a salvarci. E voleva che a Natale ogni cristiano esultasse nel Signore e per amore di lui, il quale ha dato a noi tutto se stesso, fosse gioiosamente generoso non solo con i bisognosi, ma anche con gli animali e gli uccelli.(Legg. Perugina)
787 199. Al di sopra di tutte le altre solennità celebrava con. ineffabile premura il Natale del Bambino Gesù, e chiamava festa delle feste il giorno in cui Dio, fatto piccolo infante, aveva succhiato ad un seno umano. Baciava con animo avido le immagini di quelle membra infantili, e la compassione del Bambino, riversandosi nel cuore, gli faceva anche balbettare parole di dolcezza alla maniera dei bambini. Questo nome era per lui dolce come un favo di miele in bocca. Un giorno i frati discutevano assieme se rimaneva l'obbligo di non mangiare carne, dato che il Natale quell'anno cadeva in venerdì. Francesco rispose a frate Morico: «Tu pecchi, fratello, a chiamare venerdì il giorno in cui è nato per noi il Bambino. Voglio che in un giorno come questo anche i muri mangino carne, e se questo non è possibile, almeno ne siano spalmati all'esterno. ( 2 Celano )
 788 200. Voleva che in questo giorno i poveri ed i mendicanti fossero saziati dai ricchi, e che i buoi e gli asini ricevessero una razione di cibo e di fieno più abbondante del solito. «Se potrò parlare all'imperatore - diceva - lo supplicherò di emanare un editto generale, per cui tutti quelli che ne hanno possibilità, debbano spargere per le vie frumento e granaglie, affinché in un giorno di tanta solennità gli uccellini e particolarmente le sorelle allodole ne abbiano in abbondanza». Non poteva ripensare senza piangere in quanta penuria si era trovata in quel giorno la Vergine poverella. Una volta, mentre era seduto a pranzo, un frate gli ricordò la povertà della beata Vergine e l'indigenza di Cristo suo Figlio. Subito si alzò da mensa, scoppiò in singhiozzi di dolore, e col volto bagnato di lacrime mangiò il resto del pane sulla nuda terra. Per questo chiamava la povertà virtù regale, perché rifulse con tanto splendore nel Re e nella Regina. (2° Celano)


[1] Cfr. Cfr T. MATURA, Francesco parla di Dio, Edizione biblioteca Francescana, Milano, 1992, p. 28-29.
[2] L. VU, Francesco d’Assisi e il lebbroso. Psicodinamica dell’esperienza spirituale, in «Tre dimensioni» 4 (2007), p. 156-157