SAN FRANCISCO DELANTE DEL CRISTO DE SAN DAMIAN...
Para conocer y para cumplir la voluntad de Dios
Invocación al Espíritu Santo
Oh Espíritu potente,
Infunde en mi alma el rocío de tu suavidad
Inúndala con la plenitud de tu gracia.
Ara el terreno endurecido de mi corazón,
Para que pueda acoger y hacer fructificar
La semilla de tu Palabra.
Solo por tu infinita sabiduría
Todos los dones florecen y maduran en nosotros.
Extiende tu diestra sobre mi y
Fortifícame con la gracia
De tu gran misericordia.
Aleja de mi alma la neblina oscura del error
Y dispersa las tinieblas del pecado,
Para que pueda elevar la mente y el corazón
De las cosas terrenas a las cosas celestiales. Amén.
Introducción:
Queremos revivir el encuentro de San Francisco en San Damián, un encuentro que es revelación del Señor para San Francisco y oración del hombre a la búsqueda de poder vivir lo que el Señor le manda.
«Despojándose de dichos pobres vestidos y tomando nuevamente los suyos, regresó a Asís (desde Roma), y comenzó a orar al Señor para que dirigiera su vida... » (FF. 1406).
Bajo el cerro de San Feliciano había (y todavía está) un pequeña iglesia antigua dedicada a los santos Cosme y Damián; aquí se refugia con frecuencia San Francisco, aquí permanece largo tiempo orando; hay un crucifijo grande que lo espera con los brazos abiertos.
Francisco busca la paz, la tranquilidad silenciosa, que ayudan al recogimiento y a la contemplación. Así expresa Celano en la primera vida “Devotamente suplicaba al Dios Eterno y verdadero para que le manifestara el camino y para que le enseñará a cumplir su voluntad” (FF. 329) .
Francisco se ha dedicado a descubrir la voluntad de Dios hacia él y entre las oraciones que San Francisco nos ha dejado, está la que El dirige a Jesús crucificado, después de haberlo escuchado, parece que es la primera oración en orden al tiempo. Aparece en enero del 1206. Como a San Francisco de Asís, también a cada una de nosotras, Jesús Crucificado quiere revelar su voluntad de querer ser nuestro Amado y de enviarnos a vivir su mandato.
El encuentro con el Señor , y que se haya revelado a nosotras nos da una luz nueva para nuestra vida, no sólo al inicio de nuestra respuesta de consagración, sino cada vez que decidamos y escojamos dejar que el nos hable.
Le habla una voz de una imagen sagrada
Es tal su disposición de ánimo, que un cierto presentimiento lo impulsa a la búsqueda y así su corazón está abierto para poder acoger una llamada divina, Francisco
Un día que estaba cerca de la iglesia de San Damián, que estaba casi destruida y abandonada de todos. Entra en ella, guiándole el Espíritu, a orar, se postra suplicante y devoto ante el crucifijo, y, visitado con toques no acostumbrados en el alma, se reconoce luego distinto de cuando había entrado. Y en este trance, la imagen de Cristo Crucificado –cosa nunca oída-, desplegando los labios, habla desde el cuadro a Francisco. Llamándolo por su nombre: Francisco –le dice-, vete, repara mi casa, que, como ves, se viene del todo al suelo”. Preso de temblor, Francisco se pasma y como que pierde el sentido por lo que ha oído. Se apronta a obedecer, se reconcentra todo él en la orden recibida. (2 Cel 10: FF 593; cfr. 3 Comp 13: FF 1411).
El Crucifijo de San Damián de la escuela Siriaco- Bizantina, muy reconocido hoy, es realmente así solemne, de colores vivos y de rasgos vivos que se puede sentir como de cerca: Cristo está en posición vertical, resaltado sobre la cruz, sin ser colgado. Los ojos están abiertos, los brazos completamente abiertos. Bajo la cruz están María, la madre de Jesús, y San Juan, otras dos Marías y el centurión que reconoce con fe: “verdaderamente este hombre era justo” (Lc 23,47). En la misma perspectiva están los ángeles de la resurrección y las mujeres en la tumba. Encima del Crucifijo resucitado, en un medallón está representada la ascensión de Cristo al cielo, donde lo esperan los ángeles. En el espacio que delimita el bordo superior de esta antigua ICONA, de hace cerca de ocho siglos, el cielo aparece circunscrito en un semicírculo, de donde se levanta, sobre el hijo, la mano bendita del Padre: “Este es mi Hijo predilecto (...). Escuchadlo”(Mt 17,5). El dedo bendito del padre puede hacer pensar que represente al Espíritu Santo, que en el reconocido himno de pentecostés Ven Creador Espíritu, viene llamado “dedo de la mano de Dios”. Si le damos esta interpretación, la imagen representaría al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Una mano para sostener la Iglesia en ruinas
De este Crucifijo del rostro hablante que es posible encontrar todavía hoy en la iglesia de Santa Clara en Asís, Francisco, el hombre sensible transformado por los acontecimientos, percibe aquel mandato que podemos considerar específico y fundamental para la entera familia Franciscana: sostener y reparar la casa que está en ruinas y se está cayendo.
Está casa sobretodo soy yo mismo; cada cristiano “es templo del Espíritu” (1cor 6,19). Pablo dice: Así pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo, en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo santo en el Señor, en quien también vosotros estáis siendo juntamente edificados, hasta ser morada de Dios en el Espíritu. (Ef. 2,1922). También vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio Santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo. (1 Pt 2,5).
En todos estos significados, Francisco es aquel que tiene la tarea de renovar la casa de Dios: después de la conversión inicial, permanece en esa tensión que lo llevará, para toda la vida, a hacer penitencia y a caminar en la novedad del corazón. Pocos minutos antes de morir dirá: “Comencemos, hermanos, a servir al Señor Dios, pues escaso es o poco lo que hasta ahora hemos adelantado” (1 Cel 103: FF 500).
Se trata hoy de crecer en el conocimiento de recomenzar cada día: tengo esta voluntad? Reconozco e identifico la intención de hacerlo? Que resistencias personales y comunitarias identifico?
Después de la invitación recibida en San Damián, sin esperar se prepara para restaurar la capilla. Sucesivamente, repara la capilla de la porciúncula dedicada a Santa María de los ángeles y otra iglesia llamada de San Pedro, que ya no existe.
El progresivo reconocimiento del mandato de una vida
Francisco está dispuesto a obedecer y está concentrado en el mandato recibido (cfr. 2 Cel 10: FF 593) y la prueba está en la oración, que Francisco dirige en respuesta al Crucifijo que le ha hablado:
Alto y glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón.
Y dame un fe recta, esperanza cierta y caridad Perfecta
Sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla tu Santo y veraz mandamiento.
Amen (PCr.- FF 276).
Al rostro glorioso del crucifijo que lo mira desde la cruz, corresponde la respuesta de san Francisco, que le habla al Señor en términos de “Alto y glorioso Dios”. En muchas otras oraciones y también en el cántico al Hermano sol, Francisco ora así: “altísimo, omnipotente, buen Señor...” (Can 1: FF 263). A la experiencia del rostro radiante y majestuoso del Cristo, hace eco la oración: “ilumina las tinieblas de mi corazón”. Delante de Dios que habita en una luz inaccesible, el hombre puede encontrar solo tinieblas en sí mismo
Francisco pide penetrar en el rayo de la luz divina, para que su vida sea transparencia. La oscuridad del corazón, la turbación y la inquietud, que lo hacen oscilar entre lo amargo y lo dulce, todo esto está reflejado en su oración. Por iluminación del corazón, entiendo, con este término el centro de la persona en su integridad.
Es importante notar como no pide la solución del conflicto con el padre o el don de la salud, sino más bien las tres virtudes teologales, que constituyen el fundamento de la vida Cristiana y la plasman: como Abraham, en la fe me confió en el otro y me abandono; en la esperanza miro más allá de mi mismo; en la caridad supero el ámbito estrecho de mi ego. En la fe, en la esperanza y en la caridad doy mi respuesta personal a un Tú: al Tú de Dios y al tú del prójimo. En esta relación y comunión encuentro mi profunda identidad hasta alcanzar la plena madurez del ser.
Después de haber orado para obtener las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad, Francisco pide el “sentido” y el “conocimiento”
Desea el don del discernimiento, para comprender el sentido de su vida y la voluntad de Dios. Es como si le pidiera: “Hazme atento a ti y a los hombres, hazme receptivo y sensible a tu llamado y a la oración con frecuencia muda de tantos; haz que yo me abra con todos mis sentidos para poder así acoger y comprender el significado de la vida”. Después de oír este mandamiento - que juzga “Santo y veraz”- Francisco quiere ponerlo en práctica.
Es importante subrayar inmediatamente una cosa:
- Qué entiende Francisco por reparar la casa del Señor.?
Comenzando por el mismo! Entiende que no puede buscar reparar la casa del Señor si antes no pretende cambiar a sí mismo, si antes no sucede dentro de sí una “santa y veraz” conversión. Debe partir de sí mismo. Entre más rápido el Señor lo libre de las tinieblas del pecado, le de fe, esperanza y caridad, sabiduría y fuerza , así podrá cumplir cuando le ha pedido.
Las oraciones tienen como fin una acción y en fin de cuentas, la única cosa que Francisco pide es de poder realizar el mandato del Señor. Es probable que Francisco haya formulado su oración más o menos en estos términos: “haz que yo no te sustituya en tu proyecto sobre mi vida y que yo no haga programas sinTí. Ayúdame a reconocer tu mandamiento y por lo tanto a cumplirlo incondicionalmente. Haz que yo no proclame solo con palabras, sino que realice lo que he entendido como “Santo y veraz mandamiento”
De aquí en adelante lo que le dará sentido (significado y dirección) a su aventura humana y Cristiana será cumplir la voluntad de Dios.
De aquí en adelante no pide, no busca, no quiere otra cosa. Dios se convierte en el fundamento alrededor del cual giran, pensamientos, sentimientos y acciones. Toma el primer puesto hasta cuando tomará todo el puesto- en todas sus manifestaciones.
Su sufrimiento encuentra un punto de referencia y un contenido: continuará a nutrir en sí el amor a los leprosos, extendiéndolo a las personas despreciables, a las que poco cuentan, a los pobres y a los débiles, a los enfermos y a los peregrinos a lo largo del camino. (cfr. Rnb 9,2: FF 30). Hará suyo el gemido de cada creatura, para que vislumbre el rostro sufriente de su Señor. Desde este momento en adelante, la compasión por el crucifijo sigila su camino.
Francisco se despojará a tal punto del hombre viejo, se dejará forjar de la compasión del otro que, hacia el final de su vida, será semejante a la imagen del crucifijo. La hora de la escucha y de la respuesta orante en San Damián señala el inicio de un camino y tendrá su vértice en la Verna, con las estigmas, cuando será configurado con su Señor Crucificado.
Pronto a jugarse la vida, el seguimiento al Señor se convierte en una maravillosa historia de amor, aquella historia de amor que Jesucristo, es Señor quiere vivir con cada una de nosotras.
Al acoger y meditar la experiencia de Francisco, que oración surge desde dentro de mi ser?
Qué pasos será necesario hacer para que nuestra vida personal y fraterna se convierta en una historia de amor?
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