viernes, 13 de mayo de 2011

El pastor y la puerta” es el título de la reflexión homilética del sacerdote y teólogo José-Román Flecha Andrés para el cuarto domingo de Pascua, día del Buen Pastor, Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 15 de mayo de 2011
La figura del pastor era característica de las antiguas culturas. Hoy el mundo ha evolucionado notablemente. En muchas de nuestras sociedades técnicas y urbanas se ignora completamente la experiencia del pastor, así como su interés por conocer, cuidar y guiar a sus ovejas.
Sin embargo, el cuarto domingo de Pascua nos recuerda cada año la figura de Jesús como Buen Pastor. Él es el Hermoso Pastor, como dice el texto griego. Esa imagen fue muy pronto familiar a los cristianos, que la plasmaron en las pinturas de las catacumbas romanas y en los relieves de los sarcófagos.
Los cristianos pensamos en Jesús al recitar y cantar el salmo 23: “El Señor es mi pastor, nada me falta”. Con esas palabras confesamos que ponemos en Jesucristo nuestra confianza durante la vida. Y a él nos encomendamos a la hora de la muerte. Aunque pasemos por valles de tinieblas, no podemos temer los males de este mundo.
La libertad y la verdad
Con todo, el evangelio de este domingo nos ofrece otra imagen que olvidamos con frecuencia: la de la puerta (Jn 10, 1-10). En el primer volumen de su libro “Jesús de Nazaret”, el papa Benedicto XVI observa que, antes de identificarse con el pastor, Jesús se presenta como la puerta del redil en el que se recoge el rebaño.
“Yo soy la puerta de las ovejas”, dice Jesús. Por medio de él se accede al reino de la interioridad y de la gracia. Por medio de él se llega al espacio de la seguridad y al refugio que nos libra del mal. No hay otro camino. Se equivoca quien pretende alcanzar la realización personal, entrando por otro lugar.
“Yo soy la puerta de las ovejas”, dice Jesús. Por medio de él se puede salir a los amplios espacios donde florece la libertad y se encuentra alimento. No hay otro camino que nos lleve al reino de la luz y de la verdad. Se equivoca quien piensa que Jesús nos cierra la vía para la felicidad.
Además, la puerta es la señal para el discernimiento. Si el pastor elige la puerta verdadera, también la puerta nos revela la verdad del pastor: “El que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas”.

Los pastos y la vida
Por tercera vez el evangelio de hoy pone en boca de Jesús unas palabras que subrayan y explican la misma imagen: “Yo soy la puerta. Quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”.
• “Quien entre por mí se salvará”. Jesús es el Salvador. El mal convive en el mundo con el bien. Los peligros externos y las tentaciones personales pueden apartarnos de nuestra meta. Esa puerta que es Jesús nos ofrece un camino de salvación que no encontramos en ninguna otra parte.
• Por mí “podrá entrar y salir”. Miles de voces nos invitan cada día a descubrir nuevos caminos. Los políticos y los mercaderes nos venden horizontes de libertad. Con frecuencia descubrimos que nos engañan. Jesús es la verdad. Él se nos presenta como la única puerta que no tiene cerrojos.
• Por mí “encontrará pastos”. En un tiempo de viajes “de bajo costo” y de “comidas rápidas”, son muchos los signos de insatisfacción que percibimos a nuestro alrededor. Jesús es la puerta que nos abre a la posibilidad de una alimentación sana y abundante para nuestro espíritu.
- Señor Jesús, tú has venido para que tengamos vida y la tengamos abundante. A ti confiamos nuestras necesidades y esperanzas. Bendito seas por siempre. Amén.

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